Después de cinco días de intensos combates a lo largo de la frontera entre Tailandia y Camboya, que dejaron al menos 38 muertos y desplazaron a más de 260,000 personas, ambos países han acordado un alto el fuego inmediato e incondicional. El conflicto, enraizado en una disputa territorial de larga data cerca de antiguos templos, escaló rápidamente, atrayendo la preocupación internacional y los esfuerzos de mediación. El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, y otros líderes globales aplicaron presión diplomática y económica, ayudando a negociar el alto el fuego durante las conversaciones en Malasia. A pesar del alto el fuego, persisten acusaciones de violaciones y violencia esporádica, lo que plantea dudas sobre la durabilidad del alto el fuego. La crisis ha expuesto las limitaciones de la diplomacia regional y ha destacado el riesgo de una mayor inestabilidad en el sudeste asiático.
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